Después de pasar días enteros sin salir de la casa, llegó el domingo (día libre de Kiyo) y aunque todavía no había regresado al 100% a mi estado natural, me negué rotundamente a pasar otro día encerrada... Así que, después de comprobar que realmente ya no tenía fiebre, nos aprontamos y salimos rumbo a Kamakura, una hermosa ciudad llena de templos y algún santuario...
Ahora cuando hablamos de Japón, una extranjera ignorante como yo, tiende a hablar de todos los lugares religiosos como si fueran templos... pero existe una gran diferencia.
En Japón, la religión nativa es el "Sintoísmo" (del japonés "Shinto") y esta se basa mucho en la naturaleza. Shinto significa "Kami no michi" (Camino de los dioses). Los lugares en donde se adora a Kami (deidades, espíritus sagrados, fuerzas de la naturaleza, etc) son, según la traducción correcta, los Santuarios...
Por otro lado, la segunda religión mas fuerte en Japón, es el budismo... y en este caso, los templos son el lugar para la adoración a Buda.
Ir un fin de semana a Kamakura, debe ser de las peores ideas, ya que realmente se llena de visitantes, de autos y el tránsito se hace imposible. Sin embargo, vengo insistiendo hace tanto con la idea de ir a Kamakura que de todas maneras nos arriesgamos.
Nos encontramos claramente con grandes embotellamientos... y con todos los estacionamientos llenos. Así que no pudimos visitar el centro de la ciudad en donde se encuentra el gran santuario "Tsurugaoja Hachiman-gu" y el templo "Kotoku-in", famoso por la estatua del Buda de bronce .
Comenzamos con KitaKamakura, o Kamakura norte: una área llena también de preciosos templos y jardines japoneses.
Visitamos el "Engaku-ji" que es uno de los complejos de templos del Budismo Zen más importantes de Japón (fundado en 1282).
En Japón las 4 estaciones están bien delimitadas, son profundamente adoradas y junto a ellas las diferencias en cada temporada...
Es así que existe la temporada del florecimiento de los Sakura al comienzo de la primavera, la temporada de lluvias junto al florecimiento de las hortensias (anunciando el comienzo de los meses de calor), la llegada del otoño y junto a ello el cambio de colores de las hojas de los "Momiji" (arces japoneses)...
Existe muchísimo interés en la observación de los diferentes cambios en la naturaleza.... así que es muy común que la gente viaje montones de kilómetros únicamente para observar el florecimiento de las flores... por lo que también es muy frecuente ver a montones de japoneses tomándole fotos a las flores y asombrándose por lo bonitas que se ven.
Ahora mismo es la temporada de las hortensias y muchos aprovechan la visita a Kamakura para admirarlas...
Incluso la entrada al complejo de templos, contenía una foto con una bonita hortensia!
En el camino nos encontramos con muchos japoneses vistiendo preciosos yukatas, aprovechando el calorcito veraniego. Los yukatas son parte de la vestimenta tradicional japonesa, son de algodón y mucho mas livianos que los kimonos, y por ello se utilizan sobre todo en el verano.
Seguimos el recorrido por otro lugar absolutamente hermoso... Según Kiyo es uno de los lugares imperdibles al visitar Kamakura: el templo "Hokoku-ji" o el templo de Bambú.
Hicimos una visita allí hace años, un lunes, durante el otoño, momento en el cual los colores de los momiji y sobre todo la escasa afluencia de turistas le dieron un encanto especial a todo el lugar.
Además, en aquella oportunidad pagamos el ticket de entrada más la consumición de té verde matcha a la manera tradicional, lo que nos llenó de calidez en un frío día otoñal.
En Hokoku-ji, fundado en 1334, caminar por los caminos entre las cañas de bambú transmite una mágica sensación y te transporta al pasado.
Prestando la suficiente atención, se puede ver como algunos viajeros dejan su marca al pasar por allí...
Y adentrándose en el camino se llega a la casa de té... en donde se puede disfrutar de un exquisito tazón de matcha, recién elaborado a la manera tradicional, observando las cañas de bambú que trepan hacia el cielo.
En "plan turista", lo mejor en Kamakura es rentar bicis, y hacer de esa manera la recorrida a los diferentes lugares. Definitivamente se termina ahorrando mucho tiempo en caminatas... además de que algunas distancias entre templos, son un poco largas para hacerlas en pie... y claro, que cuando se está de paseo por un tiempo definido, cada minuto es crucial.
Nuestro paseo terminó en el centro de la ciudad, a donde acudimos con el objetivo de ingresar al templo del Buda de bronce y al gran Santuario del Shinto, para el cual la entrada es custodiada por un gran arco (llamado en japonés Torii) que marca la frontera entre lo profano y lo sagrado.
Hicimos una visita allí hace años, un lunes, durante el otoño, momento en el cual los colores de los momiji y sobre todo la escasa afluencia de turistas le dieron un encanto especial a todo el lugar.
Además, en aquella oportunidad pagamos el ticket de entrada más la consumición de té verde matcha a la manera tradicional, lo que nos llenó de calidez en un frío día otoñal.
En Hokoku-ji, fundado en 1334, caminar por los caminos entre las cañas de bambú transmite una mágica sensación y te transporta al pasado.
Prestando la suficiente atención, se puede ver como algunos viajeros dejan su marca al pasar por allí...
Y adentrándose en el camino se llega a la casa de té... en donde se puede disfrutar de un exquisito tazón de matcha, recién elaborado a la manera tradicional, observando las cañas de bambú que trepan hacia el cielo.
En "plan turista", lo mejor en Kamakura es rentar bicis, y hacer de esa manera la recorrida a los diferentes lugares. Definitivamente se termina ahorrando mucho tiempo en caminatas... además de que algunas distancias entre templos, son un poco largas para hacerlas en pie... y claro, que cuando se está de paseo por un tiempo definido, cada minuto es crucial.
Nuestro paseo terminó en el centro de la ciudad, a donde acudimos con el objetivo de ingresar al templo del Buda de bronce y al gran Santuario del Shinto, para el cual la entrada es custodiada por un gran arco (llamado en japonés Torii) que marca la frontera entre lo profano y lo sagrado.
Sin embargo, desistimos cuando no encontramos lugares de estacionamiento libres.
Finalmente, nos encaminamos hacia la playa y tomamos la costanera para compartir un fin de semana en casa de mis suegros.
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